Diversos actos vandálicos ponen en peligro la tranquilidad de las noches en Valencia. La comisario de la ciudad, Helena San Segundo, se halla inmersa en la solución del problema. Una noche, conoce a la atractiva directora del departamento de crecimiento acelerado de Zurich, Silvana Jordá. La comisario advierte algo inquietante y extraño en la joven mujer, que no acierta a adivinar, al tiempo que se siente atraída por ella. Mientras tanto en Ginebra y tras 1.700 años de espera, la princesa persa Ker Banug, transformada desde el siglo III en Diosa de los Espíritus Femeninos de la Muerte Violenta, ha regresado. Planea un asalto a la cristiandad que le hará conquistar el poder sobre el bien, sumándolo al que ya mantiene sobre el mundo de lo oscuro. Pero los planes de la diosa pueden alterarse ya que un periodista, Alejandro Miró, se cruzará en su camino. La comisario San Segundo, por su parte, ha recibido un soplo que la ayudará a poner fin a los actos vandálicos. Pronto descubrirá, sorprendida, que alguien le ha ayudado a acabar con los delincuentes; probablemente la misma persona que ha iniciado una serie de brutales y macabros asesinatos en la ciudad. Los destinos de la comisario, Silvana, la propia Ker y su amante Kore se desvelarán entrelazados más allá del tiempo y el espacio. Todos ellos protagonizarán una historia de complejas ramificaciones que los mantendrá unidos a pesar de lo divergente de sus propósitos. A partir de una consecución perfectamente construida de la trama, esta novela se sucede entre dos vertientes armonizadas entre tensiones. De ahí parte la fuerza narrativa, la transversalidad de su lenguaje y la coherencia verosímil de su contexto. Ambas vertientes son la historia pasada y la centralidad del momento actual, la primera retorciendo su destino sobre la segunda. El oficio de la escritora ha conseguido describir, plasmar, rubricar e incluso cuartear la narrativa necesaria para que personajes tan dispares como una Diosa de los Espíritus Femeninos de la Muerte Violenta, una comisario, un cardenal de la Iglesia católica o un simple vendedor de souvenirs converjan en un solo estilo literario, capaz de matizar vidas, lugares y destinos de cada uno de ellos. El éxito es rotundo en cuanto a la capacidad empleada para trazar el ritmo argumental de la novela, su estilo es culto y pragmático, como su intensidad semántica ante el miedo o la valentía.