Nos encontramos ante una historia de amor, el de una madre que supo que uno de sus dos gemelos no se sentía un niño. Una madre que luchó por comprender y aceptar la diversidad existente en este mundo tan intolerante y poco sensible ante cuestiones como la orientación sexual y la identidad de género. Un libro muy pero que muy necesario y que deberían recetar a todas esas mentes retrógradas que siguen manchando el honor de la raza humana. La autora narra con una gran sensibilidad la historia de la familia Maines, con sus grandes diferencias a la hora de asimilar la transición de Wyatt a Nicole. Un relato que se enfrenta a los prejuicios, un padre que cambia su punto de vista inicial para acabar convirtiéndose en un defensor a ultranza de los derechos de las personas trans. No fue fácil: «Waynte sentía el impulso de proteger a su hija y defender sus derechos cuando otros le decían o le escribían cosas horribles, pero todavía le costaba incluso decir Nicole». Pero el amor familiar todo lo mueve. Y buena prueba de ello ese este libro, que cuenta con una cuidada edición. Una obra que nos hará reflexionar, que nos conmoverá y nos emocionará. «La única prueba fiable para averiguar el género de una persona es la realidad de su vida, la vida que vivimos cada día. No cabe duda de que la mejor forma de juzgar el género de una persona no es un examen cuestionable y degradante. La mejor forma de juzgar el género de una persona es saber qué hay dentro de su corazón. ¿Y cómo vamos a analizar el género del corazón?». «La orientación sexual es con quién te acuestas. La identidad de género es quién eres cuando te acuestas.» Soy NIcole